Zoológico de Nanjing
Octubre-Noviembre de 2008
No tuve suerte con los zoológicos en China. Cuando en Beijing fui al zoológico, el día se nubló y se oscureció y luego, de todas formas, las fotos que tomé quedaron en el banco de fotográfías que se dañó. En Nanjing, en cuanto llegué al zoológico, comenzó a lloviznar, llovizna que pronto se convirtió en aguacero. Además de eso, cuando me detuve para fotografiar un gato que maullaba bajo la lluvia, a mi lado se paró un hombre con dos mujeres y dos niños que amorosamente llamó al gato hacia sí y, cuando se acercó aprovechó para tomarlo por la cola y levantarlo, muriéndose de risa mientras lo hacía. Le dije en ruso “Suelta el gato”, y lo soltó.
La falta de sentido común de los visitantes de los zoológicos chinos no se diferencia de los de Rusia: dan golpes con cualquier objeto sobre cristales y rejas para atraer la atención de los animales, les dan de comer donde hay carteles con el ruego de no dar de comer a los animales.