Laja, Bolivia
El pequeño poblado de Laja se encuentra a 36 kilómetros de La Paz a una altura de 3960 metros y a medio camino de Tiwanaku, ciudad ceremonial de los antiguos incas, complejo arqueológico y centro religioso y cultural. Debido a que El Alto, ciudad-satélite de La Paz, con cada año que pasa se extiende más y más y con mayor rapidez por el altiplano, ya a los pocos minutos de que a ambos lados de la vía dejen de verse los pequeños cobertizos urbanos y comience el típico paisaje de la altiplanicie boliviana, encontraremos frente a nosotros una bifurcación de caminos con una gran tablilla indicadora: “Laja, Cuna de La Paz”.Según los datos del periódico Los Tiempos de abril del 2007, el poblado está habitado por unas 16300 personas. En el pequeño poblado no hay donde comer algo ni donde pasar la noche, por lo cual la mayoría de los turistas sólo se detiene brevemente por una media hora en su itinerario hacia Tiwanaku. En Laja sólo hay un teléfono público. Es decir, es el más común de los poblados, no contaminado aún con nuevas construcciones que atraigan la atención de los turistas.
Laja, poblado sin atractivos especiales, debe su fama al hecho de haber sido la “cuna” de la actual ciudad de La Paz. El capitán conquistador español Alonzo de Mendoza, en su vagar por el altiplano en pos de un lugar apto como asentamiento para la nueva ciudad que serviría como punto intermedio en la ruta desde El Cusco y Arequipa hasta La Plata (actual ciudad de Sucre), se detuvo en la aldea de indios aymara denominada Llaxa o Lappara. Años antes, los conquistadores ya se habían instalado no lejos de esta aldea. Al capitán Alonzo de Mendoza le gustó el lugar, por lo que decidió apresurarse y el 20 de octubre del año 1548 fundó aquí la ciudad de La Paz.
Ello le mereció que muchos años después en la plaza principal le erigieran un monumento.
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Luego de haber pasado dos noches sometido a intenso frío en el poco hospitalario altiplano, Alonzo de Mendoza continúo la marcha, encontrando en su camino la depresión de Chuquiago, en la que abundaban los riachuelos, no hacía tanto frío, había menos viento y se disfrutaba una hermosa vista del monte Illimani (de 6,500 metros de altura). Además, en el lugar había aldeas de indios aymara que en los verdes prados del valle criaban rebaños de llamas. Al capitán le gustó este nuevo valle mucho más que Laja por lo que, sin pensarlo mucho, “refundó” la ciudad de La Paz en las estribaciones del Illimani, lugar que ocupa hasta nuestros días.
Si el capitán Alonzo no hubiera cambiado de opinión, posiblemente La Paz se encontraría hoy en el altiplano y en el valle estaría la ciudad satélite de El Bajo.
El poblado de Laja también es conocido por su antigua iglesia de la plaza principal, que forma parte obligada del “paquete visual” tradicional de foto reportajes de Bolivia.
En 1545, tres años antes de la llegada del capitán Alonzo, los conquistadores comenzaron la construcción de una iglesia para sus necesidades rituales. Más de cien años después, en 1680, la iglesia fue reconstruida, incorporándole los rasgos de la arquitectura renacentista que aún hoy pueden apreciarse. A ambos lados de la entrada, en la fachada, se incorporaron columnas con 4 relieves de monos y águilas bicéfalas. Las águilas representaban el símbolo de la colonia y los monos, la milenaria cultura de Los Andes. Como resultado se obtuvo este mestizaje arquitectónico.
Es probable que la iglesia haya sido sometida a nuevas reconstrucciones más tarde, toda vez que en uno de sus campanarios se aprecia la inscripción “1903” en la piedra.
Entre los habitantes de La Paz y El Alto, el poblado de Laja tiene fama por su pan, para ser más exactos, por sus galletas. Las galletas que se traen de Laja a estas ciudades “vuelan” como “merengues en la puerta del colegio”, según reza el refrán. A los turistas en ruta hacia Tiwanaku pueden incluso recomendarles no comprar pan en los puntos de venta próximos al punto de acceso (tranca de Laja), sino comprarlo sólo en el propio poblado.
Un cuadro más detallado de la plaza principal del poblado de Laja:
Un último consejo: al comenzar su viaje por el altiplano no deje de usar sombrero de ala ancha y espejuelos oscuros ya que el sol quema sin piedad. Si no nos hace caso, dé por seguro que a la hora tendrá la piel quemada y los ojos llorosos.