En aquellos complejos tiempos de ”confrontación bipolar”, para un representante del “bloque soviético” tratar de meterse en Honduras era equivalente a un suicidio. Los “escuadrones de la muerte” internacionales, los siniestros “contras”, los omnipresentes especialistas norteamericanos en “operaciones secretas”, los “uniformados” hondureños, con vasta experiencia en represiones y “desapariciones”, llevaban a cabo su trabajo sucio, mientras que en los partes de “La Voz de las Américas” y de Reuters, Honduras invariablemente figuraba como vanguardia en el enfrentamiento exitoso a la “amenaza comunista”. Precisamente por aquel entonces (años 1981 al 1985), como todopoderoso embajador norteamericano en Tegucigalpa estaba John Negroponte. En plena guerra fría, su misión era en extremo precisa: impedir el “efecto dominó” en la región. Si los comunistas se apoderaban de Nicaragua, seguidamente caería El Salvador, luego Guatemala hasta que le llegara el turno a Honduras. Es por ello que Negroponte no vacilaba a la hora de decidir los métodos y medios para enfrentar a los movimientos guerrilleros. De paso, en Honduras se llevaba a cabo una “depuración” de diversas estructuras de apoyo a dichos movimientos, así como de disidentes sospechosos. No en balde en la época de Negroponte a este país, militarizado al máximo, se le denominaba el “Portaaviones Honduras”.
Pero a pesar de todo esto, las cosas cambian para mejor en este ¡el mejor de los mundos! Cayó el Muro de Berlín, símbolo de confrontación entre los dos bloques, se desarmaron los guerrilleros y “contras”, bajó la temperatura de la confrontación ideológica global y, como consecuencia, se hizo más fácil franquear las otrora inaccesibles fronteras, incluyendo las de América Latina. ¡Por cuanto antes hubiera podido imaginar que iba a recibir la visa de Honduras al día siguiente de presentarla en la embajada!. Gunther Schuler (quisiera conservar su nombre para la historia), agregado de la embajada, con una sonrisa me hizo entrega del pasaporte debidamente “acuñado”, ocasión en la que me aclaró que la visa “CA-4” me concedía el derecho a viajar libremente a El Salvador, Nicaragua y Guatemala. ¡Aquí se ven claramente los aires optimistas de la integración, incluyendo la integración turística! Recientemente estos países suscribieron un convenio interestatal para mancomunar los esfuerzos en el “frente turístico”, crear “itinerarios supranacionales”, algo así como una suerte de “Anillo de Oro”, pero en América Central, que permita competir con mayor éxito con México en la captación de turistas extranjeros y, por supuesto, del contenido de sus billeteras.
1. Por tradición, el origen del nombre de Honduras se le atribuye a Cristóbal Colón, a quien, durante su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo en 1502, poco le faltó para perder su nave durante una fortísima tormenta. Tras pasar esta prueba dramática, se dice que el Almirante exclamó: «¡Gracias a Dios que hemos salido de estas honduras!».
2. Vivió: de 03.10.1772 a 15.09.1842.
3. Elogio de Tegucigalpa. Antologia. Prologo, selecciones y notas de Oscar Acosta. Consejo Metropolitano de Distrito Central. Tegucigalpa, 1978.
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